Cuando llega el crudo invierno
y hay una etapa de reposo en nuestros jardines, no significa que nuestros
espacios verdes se conviertan en páramos grises y apagados. Hay flores que
pueden dar ese color y vivacidad.
Elijan las que más se adapten a sus
necesidades, y descubra que tanto el otoño como el invierno también pueden
ofrecer alegrías cromáticas.
Violas: La gracia de estas flores está en las numerosas florcitas, en tonos de amarillos, lilas, blancos, pasteles que cubren desde el otoño hasta la primavera. Son muy útiles para componer manchas monocromas, se plantan con una separación de 10cm entre ellas, en las borduras de los canteros, o para cultivar en macetas junto con otra bulbosas que florecen a fines de invierno, como los jacinto. Prefieren el sol tibio del invierno, con terrenos livianos y buena humedad. Toleran muy bien las heladas. No soportan las temperaturas elevadas. La viola cornuta, es una variedad de tamaño mini, y llega a durar en nuestros jardines hasta el mes de diciembre y es mucho más floribundas que la primera.
Prímula: Pocas plantas son tan nobles como las prímulas obcónica. Si encuentran las condiciones adecuadas para vivir, florecen profusamente desde el otoño hasta bien entrada la primavera. Necesitan sombra, sobre todo en el sol de primavera que es el más fuerte. Se pueden ubicar debajo de árboles de hojas caducas, donde en invierno apenas filtran los rayos de sol y cuando llega la primavera sus hojas las proveen de sombra. Se plantan con una distancia de 25cm. Necesitan un sustrato liviano, con un buen riego. No soportan las heladas fuertes y prolongadas.
Crisantemos: Hay muchas variedades, desde los de flor grandes con incontables pétalos hasta los de flores más simples y pequeños. Son perennes aunque generalmente lo usan como anuales. Es una planta otoñal. Los colores de sus flores, amarillos, dorados, rojos, violetas, blancos, acompañan con gracia el deshoja miento otoñal. Se plantan donde no reciban el sol del mediodía con unos 30cm de separación. Exigen un suelo bien drenado y tienen poca tolerancia a las heladas.
Crisantemos: Hay muchas variedades, desde los de flor grandes con incontables pétalos hasta los de flores más simples y pequeños. Son perennes aunque generalmente lo usan como anuales. Es una planta otoñal. Los colores de sus flores, amarillos, dorados, rojos, violetas, blancos, acompañan con gracia el deshoja miento otoñal. Se plantan donde no reciban el sol del mediodía con unos 30cm de separación. Exigen un suelo bien drenado y tienen poca tolerancia a las heladas.
Bignonia venusta: Esta enredadera autóctona, nativa de nuestro
noroeste argentino, resulta muy atractiva, pues cuando el jardín está en su
momento más desolado aparecen sus flores anaranjadas. Es una planta de hojas
persistentes, con un zarcillo en el extremo que le sirve para trepar hasta más
de 10m. Necesita sol para florecer bien, la orientación ideal es hacia el
norte, y prefiere los suelos neutros,
no anegados. Es sensible a las heladas, pero si son leves, la parte aérea
quemada se poda en primavera y vuelve a rebrotar.
Membrillero del Japón: Estos arbustos se descubren en invierno, cuando
florecen aparecen llamaradas de color contra el cielo plomizo. Las flores pueden
ser naranja púrpura, rojo o blanco, según las variedades. Los frutos son amarillos. Pueden alcanzar desde 1 a 2m de altura por un diámetro de
1.50 y su crecimiento es relativamente lento. Tienen espinas y necesitan un
espacio generoso. El membrillero es una planta rústica, y tolera muy bien el
frío. Debe plantarse al sol.
Magnolia tulipán: Arbusto caduco. Originaria de China, es un elemento insustituible para un jardín de estilo oriental. Comienzan a florecer en invierno, cuando todavía no han aparecido sus hojas. Lenta en un comienzo, luego es más rápido su crecimiento. Alcanza unos 3m de altura y su diámetro final ronda los casi 2m. Debe plantarse al sol. Es una planta resistente al frío. Debe resguardarse de los vientos ya que sus ramas son frágiles. Es muy sensible a las podas severas, puede dejar de florecer por varios años.
Laurentino: El follaje de este arbusto se ilumina cuando se
cubre de pimpollos. Es un arbusto útil para dar estructura al diseño del jardín
y para hacer cercos. Tiene un porte redondeado y su follaje es muy denso,
oscuro y persistente. Alcanza 3m de altura por dos de diámetro. Es rústico,
florece y crece bien al sol o media
sombra. Tolera bien el frío, vientos y
sequía, lo que lo convierte en una planta casi indispensable. Hay variedades de
laurentino enano de gran utilidad para pequeños jardines y contenedores grandes.
También está la variedad disciplinada que ilumina con su follaje de dos tonos.
Aloe: El aloe es una planta suculenta, muy conocida por
sus propiedades cosméticas y medicinales. Este aloe es el más común de los
jardines y tiene los mismos principios que el aloe vera, aunque en una
concentración menor. Esta es una planta grande, que en tierra puede alcanzar
más de dos metros de altura y de ancho. Es rústica, resistente a la sequía y
prefiere sol abundante, aunque también crece a media sombra. Se pueden cultivar
en macetas. Se reproduce por gajos. No tolera heladas intensas.
Camelia: Pocas plantas tienen una belleza tan romántica como las camelias. El follaje brillante, denso, contrasta con las impecables flores, blancas, rojas, rosas, en todas sus variedades de tonos. Estos arbustos alcanzan más de tres metros de altura y casi dos de ancho, pero su crecimiento es muy lento. Necesitan suelo con un p.H ácido y buen drenaje en un sitio con el sol de mañana. Son resistentes a las bajas temperaturas. Un problema muy común es la caída de sus pimpollos antes de abrirse, esto se corrige abonando la planta y raleando pimpollos.
Otras especies: magnolia stellata, mahonia, jazmín amarillo,
euriops, aster, estrella federal, violetas de los alpes, clivias,
kalanchoes, salvia involucrata,
En el invierno, cuando el
paisaje se puebla de ramas desnudas, las flores adquieren un valor especial.
Aunque no abundan como en otras estaciones, las hay en buen número. Elegidas
con cuidado y bien distribuidas pueden dar al jardín invernal el toque de vida
y color necesario para compensar la severa desnudez de los árboles.
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